Mi familia y yo vivimos por mucho tiempo en una unidad habitacional militar. Todas y todos mis amigos eran hijos de militares, yo era la única rara, hija de un civilucho, -decían las mamás de mis amigas- siempre hubo esa distinción, yo no le veia la gravedad, por lo tanto no fue problema para mí.
Conocí a mi mejor amiga Tania, siempre tuvo una vida difícil. Muchos cambios de residencia, muchas ausencias paternas, muchas depresiones maternas. Era muy triste su vida, y nosotras la llenabamos de alegría con congeladas y grageas de chocolate (como las que venden en la tiendita de dulces que está a dos o tres locales de la SOGEM)Sin embargo, no era suficiente.
Cuando teníamos 12 años, su familia se tuvo que mudar, (cada medio año lo hacian) a Zapopan, Jalisco. Tania, mucho más conciente de las separaciones y las ausencias que eos generaba en su vida, se puso a llorar por días enteros. Se escondió detrás de la puerta del clóset de mi récámara y no quería salir de mi casa. La separación fue dolorosa.
Nos llamabamos por teléfono de vez en cuando, cuando nuestros papás nos daban permiso-su voz estaba apagada, su corazón destrozado y no dejaba de llorar diciendo cuanto extrañaba regresar. Comencé a enviarle una carta cada tercer día, y como a los 12 años no se tiene que decir mucho, empecé a inventarle historias.
Mis compañeros de clase, las maestras, mis papás, mis hermanos, mis amigas y amigos, todos eran personajes dentro de esas cartas que la entretenían mientras esperaban el nuevo cambio de su papá a nuestra ciudad. Llegamos a juntar más de 300 cartas con historias distintas, hasta el día que regresó. Supe que tenía la facilidad de mentir y de crear historias, pero no le di la importancia necesaria.
Tania y yo, seguimos siendo amigas, ella vive en Cancún, yo vivo ahora en Puebla. Seguimos enviandonos e-mails (la tecnología avanzó) aunque ahora nuestras vidas están tan nutridas de pensamientos que no hay necesidad de inventar nada. Las ganas de mentir y de crear pequeños mundos sigue presente.
Con el paso del tiempo, me metí al tema de los derechos humanos, y antes de egresar de la licenciatura, en mi afán de promoverlos, envié un cuento a un concurso en la UNAM. Obtuve el tercer lugar. Alguna vez pensé en entrar a la SOGEM en el Distrito Federal, las circunstancias no lo permitieron. Sólo llegué a pasar por el edificio, nunca hice la solicitud, mi trabajo no me daba tiempo.
Antes de cumplir las tres semanas de vivir en Puebla, buscando cosas culturales que visitar, me encontré con la convocatoria de SOGEM. Y aquí estoy, aprendiendo de los profes y de las y los compañeros.
¿Con qué lectura me inicié? Los hijos de Sanchez fue el primer libro que leí, aunque no es literatura realmente, dejó una gran huella en mi vida. Claro que leí a Rius, a Cortazar, Borges, García Marquez, Ibargüengoitia, Poniatowska, Serna, etc. Pero Definitivamente Milan Kundera me hizo creer en las letras.
PD: soy Brenda, pero, ando jugando con la personalidad de Emma Mogador, a ver que sale.
8 comentarios:
Me gustó mucho el título, y de la hsitoria que decir, en situaciones así es cuando nace la literatura.
jajajaja, dije ¿apoco Emma ya se graduó si me dijo que apenas había entrado a la uni? y luego cuando leí lo demás, dije: es brenda, es brenda!!!!
gracias por escribir. es una muy bonita historia. y sí, ojalá y nos crees muchos mundos.
Gracias a ustedes por darle vida al blog!
holaaaaaaaaaa Brenda, es un gusto leerte, como siempre, gracias por escribir :)
Yo igual sufrí, lo de la confusión de identidades, siempre pensé que eras Emma.
Estuvo chido que ayudaste mucho a tu amiga a salir adelante con tus historias
por cierto ¿ella no escribe?
Jajaja sí pensé que tener una compañera de nombre Emma iba a provocar eso, pero, ¿Qué culpa tiene ella de tener un nombre tan bonito?
Mi amiga no escribe.. tristemente.
los veo al rato chicos!
Por un tiempo pensé que Emma escribia con dos cuentas de gmail...
Me gustó lo que escribiste, buena historia y texto cuidado. Milan Kundera es buenísimo.
Publicar un comentario