19 ene 2010

I APÉGUESE AL TEXTO

Hola, adjunto la convocatoria de I APÉGUESE AL TEXTO, que organiza NUBERE Agencia de Diseño y Publicidad. Lean las bases y díganos sus dudas. Participen, es una buena oportunidad para promocionar el trabajo de SOGEM PUEBLA 2009

16 ene 2010

MÁS SOFTWARE

Revisando en la red que programa me podría ayudar a sustituir Ywriter, encontré los siguientes enlaces, la mayoría son programas con descarga en versión prueba por 30 días, otros sólo están disponibles para Mac, y algunos son foros de discusión sobre novela y redacción.

15 ene 2010

CELTX

Hay un sitio en internet llamado CELTX, que es un software que permite realizar guiones para cine, dramaturgia, story board, cómic, guión de radio y algunas otras aplicaciones enfocadas a desarrollar de la manera más óptima un guión. Es fácil, sólo deben ir a la parte Downland y seguir los pasos de acuerdo a su computadora.

FILEC


Hola, les hago una atenta invitación para que visiten la página de la FILEC, organizada por Consejo Puebla de Lectura A.C., que se llevará a cabo del 11 al 14 de febrero del 2010, para que puedan agendarla y organizarse.
Hay actividades muy variadas, desde presentaciones musicales, libros, artículos editoriales, mesas de trabajo, exposiciones, proyectos, y astronomía, entre otras.

EMERGENTE

Hola, hay un sitio llamado EMERGENTE, que es un portal de promoción y vinculación artística, ustedes pueden crear una cuenta, porque también consideran a los creadores en el área de literatura, editan su perfil y suben una fotografía. Así pueden conocer a otros artistas, y ponerse en contacto con personas interesadas en su trabajo.

13 ene 2010

ausencia

En la ceniza de mis cigarros dibujo tus lágrimas
Como las veo entre mis dedos sangrando.
Tu semen salado recorre mis brazos
Y me muerde igual que la soledad,
Como cuando fundes tus besos en el suelo.
Me tortura, grita y devora mis párpados
Como las veces que el polvo blanco se ausenta de tu nariz.
Entra a mi carne, que se ha negado a ser blanca.
La abraza, la besa, la come y la escupe.
Lo hace porque es del color de tus ojos.
Vuelvo a dibujar tus lágrimas,
Ahora sobre mis escaleras.
Se parecen al cuervo que llega a mi casa para comer.

Escribí esto hace unas horas y por favor les pido que digan todo lo que quieran. Decidí que es momento de escribir bien y necesito de ustedes.
No está terminado pero al menos me sentí bien al escribirlo.
Gracias!

6 ene 2010

Muchos cigarros, poco refresco y más alcohol

Dos sujetos entran a la cantina. El primero es un anciano, delgado, cubierto con un gran abrigo color negro, un sombrero tipo bombín le queda grande y le tapa la cara, lleva lentes oscuros. Le sigue un joven robusto, casi de la misma estatura, también va vestido de negro, lleva un traje con un saco de terciopelo, lentes con un grueso armazón de pasta y cabello casi a rape. Entran apurados, intentando pasar desapercibidos. Ocupan la primera mesa pegada a la salida, el viejo queda de espaldas a la pared, escondido, el joven queda frente a él, atento a la puerta, vigilando. El lugar es pequeño, siguen acomodando las sillas, apenas han terminado de lavar el piso con detergente y amoniaco, el olor es penetrante. Es el cantinero quien los atiende.

—¿Qué van a tomar los caballeros?

—Maestro, ¿qué le apetece?

—Yo nomás quiero una Coca Cola fría, mejor helada. ¿Se puede fumar acá?

—No, discúlpeme, está prohibido.

El joven saca su cartera, deja los billetes en su lugar y vacía el tarjetero. Toma dos credenciales, una se la muestra discretamente al cantinero a la vez que le guiña el ojo, por respuesta recibe una sonrisa cómplice.

—Bueno, nomás tengan cuidado, procuren no excederse en el humo.

—No se preocupe, el señor es el único que fuma.

El viejo abre la cajetilla, toma su encendedor y prende el cigarro.

—¿Entonces nada más traigo la coca fría?

—No, no, a mí tráigame un whiskey doble, sólo, sin hielo, etiqueta negra por favor.

Una gran fumarola sale de los labios del señor, es tan grande que distrae al joven y no ve cuando el cantinero se aleja.

—Esa cosa que pediste es muy fuerte, te va a embrutecer.

—¿Perdón? ¿Qué dijo?

—Nada, olvídalo, ya para qué.

—Aquí tienen señores, están servidos.

—¿Y el cenicero?

El cantinero saca de la bolsa izquierda de su mandil uno de vidrio que pone sobre la mesa.

—Gracias.

Ambos beben, el vaso de Coca Cola está casi lleno, el de whiskey va a la mitad.

—¿En serio no gusta otra cosa? ¿Un tequilita, una cervecita, una cuba?

—No, no, no. Créeme que así estoy muy bien —lanza otra fumarola y suspira—. Ya es suficiente con el fastidio del vino que se sirve en esas recepciones —de nuevo suspira—. Oye, te agradezco mucho esta escapada, el evento en la Universidad me dejó fastidiado, siempre me hacen las mismas preguntas y siempre doy las mismas respuestas. ¡Carajo! ¡Si nomás son unos libros! ¡No hay más!

—Maestro, entienda su condición de ícono de la literatura, es innegable que usted es un ídolo —vacía de un sorbo su whiskey—. ¡No todos los días viene gente como usted a esta ciudad! ¡Cantinero! ¡Sírvame otro igual!

—¿Tu también escribes?

—Este, pues sí, eso intento —contesta apenado el joven—. Ando empezando, pero pues, nomás no puedo publicar nada.

Por primera vez el viejo sonríe, le da otro sorbo a su refresco.

—¿Qué edad tienes?

—Veintinueve Maestro.

—¿Y de qué te preocupas? —se ríe—. Aflígete si en dos años sigues igual, por lo mientras, te recomiendo que no dejes tu trabajo, es más, nunca lo hagas —suelta una carcajada—. Tu síguele escribiendo —enciende otro cigarro—. ¿Y quién es tu escritor favorito?

—Pues Usted —responde apenado.

—¡Ay no me chingues cabrón! ¿Tú también vas a empezar?

—No, no, Maestro, no se moleste, no es mi intención incomodarlo, créame. Por eso lo saqué por la puerta del tercer patio, lo vi cansado.

—¿Y qué? ¿Quieres que te firme un libro, una servilleta o qué chingaos?

El cantinero llega con otro vaso de whiskey, el escritor consagrado prende un cigarro más y el aspirante revisa sus dos celulares y el radioteléfono.

—¡Tranquilo! No quiero que me firme nada. Nomás brindemos. ¡Salud!

—¡Perfecto! Hasta que encuentro a alguien en este día que no me llega apuntando con un lapicero. ¡Salud!

El silencio es tan breve que no da tiempo de recordar cuentos.

—Bueno, ¡ya! ¿Cuál es el próximo evento?

—La recepción en casa del Gobernador y en la noche una cena de gala en el Palacio Municipal.
—¡Válgame Dios!

Suena un radioteléfono, contesta el joven.

—Sí, estoy con él. Todo bien, todo bien. No Jefe, entiendo que debí avisarle. Sí, sé las consecuencias. Ya entendí. Mire, estamos aquí sobre la cuatro sur, casi esquina con la once. ¡Ándele! Sí, cerca de la mueblería. ¿Qué tiene de malo? El estuvo de acuerdo en venir aquí. Perdón, créame que no le alcé la voz. Está bien, aquí esperamos.

—¿Qué pasó? ¿Ya nos vamos?

—Nomás se va usted, yo no puedo acompañarlos, los del gobierno estatal tienen otro dispositivo de seguridad. Hasta aquí llego —de un solo trago bebe todo el whiskey del vaso, a la vez que suena insistente un claxon—. ¡Ya llegaron! Vamos, lo están esperando —el joven deja dos billetes en la mesa y se despide del cantinero alzando la mano —. Fue un placer conocerlo.

—Ten tu sombrero y tus lentes, muchas gracias.

El custodio aspirante a escritor no deja que se los quite.

—No, se los regalo, tengo la leve sospecha que le harán falta. Cuídese.

La Suburban negra arranca, los vidrios polarizados no dejan ver al joven cuando el escritor voltea y se despide sonriendo. En la mesa queda una cajetilla roja semivacía de Pall Mall.